Si alguien necesita la efectividad más que nadie, ese es el project manager. Pocas profesiones hay más orientadas a objetivos que el project management. Además, es una profesión poco agradecida, porque si el proyecto es un éxito nadie nos felicita, pero si es un fracaso, entonces la culpa es sólo nuestra. El trabajo del proyecto no cae en nuestra zona de control, sólo podemos coordinar lo que hacen otros. El éxito en los proyectos se consigue con buenos hábitos. ¿Quizá haga falta una “ética del carácter” para el project manager?
¿Usted quiere ser un project manager con personalidad o prefiere ser un project manager con carácter?
Muchas escuelas de negocios siguen preparando hoy día a ejecutivos en la “ética de la personalidad”.
El paradigma de efectividad para estas escuelas es más o menos así: La efectividad es función de la personalidad, de la imagen pública, de las actitudes, conductas, habilidades y técnicas que pueden aplicarse en las interacciones humanas. Es decir, las personas podemos ser eficaces aplicando técnicas, modificando nuestra conducta o nuestra actitud, manipulando a los demás como si fueran cosas. La ética de la personalidad permite obtener un reconocimiento social del talento, pero no sirve para lograr la verdadera efectividad.
El paradigma de efectividad basado en la “ética del carácter” dice que a la efectividad no se llega con remedios rápidos, sino aplicando principios como la responsabilidad, la justicia, el respeto y la honestidad (estos cuatro principios se desarrollan en el código ético y de conducta profesional del PMI). Hay principios universales que gobiernan la efectividad humana. Si no seguimos esos principios, se puede ser eficaz en el corto plazo, pero no de una manera duradera. La efectividad reside en el carácter de cada persona. Un carácter de efectividad personal e interpersonal se forja con buenos hábitos, y estos hábitos han de estar basados en principios.
Los principios rigen las consecuencias de nuestros comportamientos
Los principios rigen las consecuencias de nuestros comportamientos. Son parte de la condición humana, leyes naturales, universales, globales, intemporales y evidentes. Rigen las consecuencias de las conductas siempre igual, e igual para todos, en todas las épocas, culturas y religiones. Algunos ejemplos principios: responsabilidad, justicia, equidad, honestidad, integridad, dignidad, humildad, fidelidad, templanza, coraje, calidad, contribución, excelencia, paciencia, potencial, crecimiento, compasión, etc.
Los principios no son discutibles. Las consecuencias de no seguirlos son claras: Como seres libres que somos, podríamos elegir tirarnos por una ventana, pero no podremos evitar las consecuencias de la ley de la gravedad. Los principios no son valores. Los valores nos dicen cómo las cosas deberían ser. Hitler tenía valores, pero no tenía principios. Hay valores buenos y valores malos, los buenos valores se basan en principios.
Un proyecto no saldrá bien si el project manager miente, despilfarra, no respeta a los miembros del equipo, culpa a los demás, busca sólo su beneficio personal y se anota los méritos ajenos. Puede que logre un éxito puntual y rápido, puede que no le descubran. Desde luego, no sembrará para recoger éxitos futuros.
Los project managers con un historial de éxitos conocen y aplican técnicas y herramientas, pero lo más importante es que, para ellos, el liderazgo no es una posición, sino una elección.
Los project managers que habitualmente tienen éxito tienen una ética del carácter: ejercen un liderazgo centrado en principios.