Frase atribuida a John Ruskin
La calidad no es gratis, no es algo que surge porque sí. Requiere planificación, esfuerzo e inversión, es decir, debe ser gestionada. Podríamos en pensar que la calidad es algo de lo que no es necesario hablar, que es algo implícito y que cualquier profesional debe tener calidad en su trabajo y en sus productos. Es algo que se presupone en muchos casos y puede llegar a ser un error que, en ocasiones, se paga muy caro.
La calidad es rentable y merece la pena invertir en ella. El coste de la no calidad es alto. Situar nuestros servicios o proyectos con un alto nivel de calidad es rentable a medio y largo plazo, ya que la diferenciación de los servicios y productos permite aumentar el precio, retener a clientes satisfechos y conseguir nuevas oportunidades por medio de las recomendaciones. Por contra, gestionar el descontento de los clientes y usuarios, así como corregir errores, es caro.
Las variaciones o desviaciones en el alcance, esfuerzo o plazo afectan directamente en la calidad. Hay una cierta tendencia a pensar que en los proyectos sólo se producen variaciones de alcance, esfuerzo o plazo, pero lo cierto es que cuando alguno de estos factores tiene variaciones o desviaciones es muy común sacrificar la calidad, sin ser siempre conscientes de ello. Hacer el mismo trabajo con menos plazo o con menos recursos, hacer más trabajo sin aumentar el plazo y el coste, o que se produzcan errores en la planificación y estimación, afectan directamente a la calidad del proceso y la calidad del producto.
Aunque no nos guste oírlo, la calidad es negociable. No todos los productos requieren la misma. Los productos y servicios que utilizamos cada día tienen diferentes niveles. Todos los sabemos cómo consumidores o usuarios. Los productos y servicios de bajo coste o bajo precio conllevan una menor exigencia y, en ocasiones, los compradores están dispuestos a aceptar esta menor calidad por un menor precio. Definir el nivel de calidad es una buena idea, ya que permite gestionar adecuadamente las expectativas y realizar una gestión activa para alcanzar el nivel de calidad acordado.
La calidad se debe gestionar y es, por lo tanto, un elemento clave en la gestión de nuestros proyectos. Tanto la calidad del proceso, es decir, en la gestión del proyecto, como la calidad del producto, es decir, de los entregables que va a generar el proyecto, deben ser gestionados de forma activa, medidos y planificados.