El riesgo se puede definir como un evento o condición incierta que, en caso de ocurrir, tiene un efecto negativo sobre los objetivos de un proyecto. Debemos ser capaces de gestionar esta incertidumbre y por lo tanto manejar los riesgos de forma activa y eficiente, no simplemente lamentarnos por las cosas que nos ocurren y aparentemente estaban fuera de nuestro control. La correcta gestión de riesgos puede hacer que nuestro proyecto esquive estos problemas o, al menos, evite que estos nos afecten muy negativamente.
La gestión de riesgos es una de las áreas de conocimiento que todo project manager debe manejar de forma eficiente. El primer paso, y el más importante, es identificar los riegos preguntándonos: ¿Qué puede pasar que afecte de forma significativa al proyecto? Se considera que un riesgo tiene una causa y, si ocurre o materializa el riesgo, una consecuencia o efecto. Es importante hacer la identificación de riesgos estableciendo las causas y los efectos, es decir, expresando con claridad que puede pasar y en que nos afecta.
Una vez identificados los riesgos, deben valorarse siguiendo dos criterios fundamentales:
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La probabilidad que el riesgo se materialice.
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El impacto que tiene este riesgo en los objetivos del proyecto.
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Con esta valoración podremos calcular la exposición que tenemos a cada riesgo. Si damos un valor numérico a la probabilidad y otro valor numérico al impacto, se puede hacer una sencilla multiplicación entre ambos valores para conocer nuestra exposición al riesgo.
Será prioritario gestionar los riesgos a los que tengamos una mayor exposición, es decir, los que tienen mayor probabilidad e impacto. No tiene mucho sentido gestionar riesgos que es muy improbable que ocurran o riesgos que apenas tendrán impacto sobre nuestro proyecto.
Para realizar una correcta gestión de riesgos es importante definir un responsable del riesgo. Los riesgos, como muchos otros elementos en la gestión, tienen cierta tendencia a ser fuente de largas conversaciones, pero en la que nadie se hace responsable realmente de atajar esta situación.
Una vez identificados y valorados los riesgos y definido quién debe gestionarlos, podemos tomar medidas para reducir nuestra exposición al riesgo. Gestionar un riesgo supone básicamente actuar sobre dos posibles líneas:
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Establecer un plan de mitigación del riesgo, es decir, realizar acciones para reducir la probabilidad de que un riesgo se materialice.
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Establecer un plan de contingencia, es decir, realizar acciones para prepararse ante la ocurrencia del riesgo y reducir el impacto que este riesgo tiene en el proyecto.
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Estos planes pueden ser de muchos tipos, no es posible establecer guías absolutamente generales, y en gran medida será a experiencia e incluso la imaginación quienes nos llevarán a encontrar “soluciones” para cada gestionar cada uno de los casos. No obstante es importante que toda la gestión de riesgos quede registrada y por lo tanto pueda ser conocida por todos los responsables del proyecto.
Sólo utilizando una herramienta como ITM Platform podremos conocer cómo ha sido nuestra gestión de riesgos y podremos crear una base de conocimientos para asegurar aun más el éxito en futuros proyectos.