Planificar un proyecto es una tarea compleja y difícil. Hay que identificar los entregables, desglosar todas las actividades, identificar las dependencias entre las tareas, asignar al equipo, evitar holguras innecesarias, vigilar el camino crítico y cumplir con las restricciones temporales y económicas del proyecto.
Una vez realizada la planificación existe una fuerte presión para no replanificar, pero lo cierto es la mayoría de los proyectos, por muy bien planificados que estén se van a encontrar con "curvas en el camino": cambios inesperados, aparición de nuevas tareas, modificaciones en la disponibilidad de los recursos y, en definitiva, mil y una circunstancias que hay que sortear.
Los jefes de proyecto suelen considerar el replanificar como un error personal: algo han hecho mal si es necesario cambiar el plan. Pero cambiar los planes no tiene nada de malo, son parte de la gestión de proyectos. Es más importante replanificar a tiempo y de la forma correcta, que mantener un plan desactualizado. Cambiar el plan original no es ningún fracaso, si se hace bien es un éxito del jefe de proyecto.
Puede ser más peligroso continuar con el plan original y girar demasiado tarde, que replanificar en cuanto veamos que hay una circunstancia no prevista sobre el plan establecido. Este nuevo plan debe ser comunicado de forma clara a todos los involucrados en el proyecto y se debe hacer con naturalidad, sin que eso suponga la ruptura de los compromisos establecidos inicialmente.
El arte de dirigir proyectos conlleva una buena dosis de flexibilidad.